Post #02 Lo que me gusta de mis plantas

Esta semana iba a escribir sobre lo que me gusta de la primavera pero después del chaparrón que me cayó el viernes sin paraguas prefiero dejar aparcado este tema para otra ocasión.

Esta semana prefiero escribirle una oda a mis musas del reino vegetal, mis queridas plantas. 

Soy la orgullosa madre de un poto, dos palmas kentias, unas margaritas, y una suculenta. Lamentablemente, también era madre dos tajetes, pero estos han puesto sus raíces en la tierra del más allá hace una semana. 

También tengo en el salón varios ramos secos de paniculata y de eucalipto, como elementos decorativos.

No soy una experta en plantas, ni mucho menos, pero quiero pensar que estoy mejorando. De hecho, hasta me estoy leyendo un libro sobre cómo cuidar plantas de interior.

Cuidar de tus plantas es un pequeño placer que va creciendo conforme uno envejece. Cuanto más  tiempo pasas en este mundo, más valoras las pequeñas victorias y también la ausencia de palos. Cuando te haces mayor te das cuenta de que en la vida no todo sale tal como lo planeaste, a veces ocurren cosas que pensabas que solo le pasaban a los demás, y aprendes lecciones que hubieras preferido evitar.

En contraste con los grandes acontecimientos vitales, el ver crecer sana una planta que está bajo tu custodia, que le ha salido un capullo que en unos días será una flor, se convierte en una pequeña victoria que merece ser celebrada en tu fuero interior con champagne y confetti.

Dedicar unos minutos a regar, observar, cambiar la tierra de tus plantas es un pequeño ejercicio de mindfulness inventado mucho antes de que el mindfulness se pusiera de moda.

Y qué decir de ir a un vivero un sábado o domingo por la mañana. Levantarse sin despertador, desayunar tranquilamente, y coger el coche con la ilusión del día de reyes para ir a buscar nuevas ahijadas. Llegar al vivero, oasis de paz en el que las plantas parecen estar plácidamente dormitando, tomando el Sol algunas o disfrutando el fresco otras. Y los parroquianos respetando el silencio de su descanso como si aquello fuera una iglesia. Pero siempre cayendo en la tentación de comprar más de lo que teníamos apuntado en la lista.

Las plantas y las flores también son la mejor decoración. Incluso para los amantes del beige y colores neutros, siempre hay cabida para una planta o flores, porque la naturaleza nunca desentona. Un ramo de flores de colores ilumina una habitación. Tengo la suerte de haber recibido unos cuantos ramos de flores de regalo en mi vida, y siempre me encantan. No me canso de verlos. No me canso de olerlos. 

Así que ya sabéis, si no sabéis qué regalarme, podéis regalarme flores.

Hasta el próximo domingo.

Foto de Annie Spratt en Unsplash

Post #01: Lo que me gusta de los comienzos

Nunca antes me había planteado escribir para el público. Evidentemente he escrito, escribo, y escribiré mucho en mi vida. Todos hemos escrito en el colegio, instituto y demás etapas de la vida académica. Escribir e-mails e informes ocupa gran parte de mi jornada laboral. He escrito en diarios con fines terapéuticos. A veces he escrito cartas a amigas o familiares. Pero escribir a un público anónimo sin otro fin que el de entretener no lo había hecho antes. En parte porque no sabía sobre qué escribir, y en parte porque no estaba convencida de que mis redacciones fueran lo bastante buenas como para que merezca la pena publicarlas. Además, leerse a sí mismo se siente raro, es como escucharte a ti mismo en una grabación. ¿Así suena mi voz? 

Pero bueno, por hacer una excursión fuera de mi zona de confort, he decidido comenzar este blog.

Y me gustan los comienzos. Me gustan como una mesa de escritorio despejada, con solo un folio, blanco como las sábanas de los hoteles. 

En los comienzos aún no hay frustraciones, no hay cansancio, los obstáculos aún son desconocidos. En los comienzos solo hay esperanza e ilusión de lo que está por venir.

El encanto que tienen las papelerías no es el material que venden, sino las promesas de nuevos proyectos, listos para ser comenzados, dispuestos ordenada y coloridamente en las estanterías.

Las bodas son alegres porque son el comienzo de lo que se augura un matrimonio feliz. Los nacimientos son felices porque son el comienzo de una vida. Los primeros días de un trabajo nuevo se afrontan con optimismo renovado. El comienzo de las vacaciones es igual de bueno o mejor que las vacaciones en sí. El primer sorbo de cerveza siempre es el mejor.

Sé que empezar a escribir un blog en tiempos de TikTok es crónica de una muerte anunciada. Competir con sus vídeos de formato corto que requieren la capacidad de atención de un pez de colores y sus chutes de dopamina quince-secundales, parece una batalla perdida.

Y por si un solo Goliat no fuera suficiente para este David, al otro lado del ring tenemos a la inteligencia artificial. Programada por mentes brillantes para vomitar en cuestión de segundos decenas de frases más recicladas que el papel de periódico. Es como querer ganarle a Rafa Nadal en tierra batida.

Pero no quiero dejar que esto nos desanime. Papel y lápiz en ristre, aventurémonos a ver por dónde nos lleva esta iniciativa.

Dicho esto, quiero brindar por los comienzos en general, por las causas perdidas, y por el comienzo de este blog. Y que sea lo que tenga que ser.