Post #07: Lo que me gusta de la serie Mom

No sé si habréis visto la serie de Mom, de la CBS. El creador, Chuck Lorre, tiene otras series mucho más conocidas como Dos Hombres y Medio y The Big Bang Theory, que supongo que sí os sonarán porque son muy populares, y con razón. Pero la serie de Mom ha pasado mucho más desapercibida para el público en general.

Sin embargo, la serie de Mom tiene algo de especial para mí. La estoy terminando de ver por tercera vez, así que creo que merece su propio post en este blog. 

Las protagonistas son una madre y una hija, ambas alcohólicas, que luchan contra su adicción acudiendo a reuniones de Alcohólicos Anónimos. La serie trata de su relación madre e hija, de su adicción, y en general de cómo afrontan la vida con sus bagajes del pasado y sus retos del presente.

Aunque yo no soy alcohólica ni estoy cerca de serlo, porque creo que mi consumo de alcohol es bastante moderado, hay temas que se tratan en la serie que sí me tocan de cerca.

Por ejemplo, las dificultades de la relación madre – hija es un tema que sí me afecta profundamente en primera persona. Pero ver que las dos protagonistas consiguen convivir y tener una relación amistosa, perdonando daños y perjuicios muy graves hechos en favor y por culpa de las adicciones, resulta reconfortante.

Otra cosa que me gusta de la serie es el grupo en sí de Alcohólicos Anónimos. No sé cómo funcionarán esas organizaciones en la realidad, pero en la serie se muestran como un sitio seguro donde ir a volcar tus fracasos y tus quejas sin ser juzgado. Y lo que siento al respecto es una profunda envidia. A veces me he planteado si sería necesario ser alcohólico para ir a una reunión de esas. Supongo que eso era una señal de que necesitaba ir a terapia, pero bueno, nunca es tarde si la dicha es buena.

Y para terminar, otra de las cosas que me gusta de la serie es la actitud de las protagonistas ante sus fracasos en la vida. A pesar de todas las cosas ruines, vergonzosas, ilegales que han hecho en su pasado, uno de los pilares de AA es creer en las segundas oportunidades. Y aún estando ya sobrias, no tienen todo resuelto y averiguado a sus cuarenta años. Pero aún así tienen motivos para estar felices y orgullosas de sus vidas. La lección que se saca, y que quizás cala especialmente en mí porque necesito aprenderla, es que se puede fracasar, y aún así la vida merece la pena.

Me gustaría terminar el post con la oración con la que, según la serie, se terminan las reuniones de AA. Si no sois creyentes, se puede obviar la mención a Dios, lo importante es el mensaje:

“Dios, concédenos la serenidad para aceptar las cosas que no podemos cambiar, el valor para cambiar las cosas que sí podemos, y la sabiduría para reconocer la diferencia”

Hasta el próximo domingo.

Post #06: Lo que me gusta de hacer nuevos amigos

He pasado un fin de semana con el grupo de amigos de mi hermana con motivo de su despedida de soltera, y ha sido de lo mejorcito del verano. Son su grupo de amigos de toda la vida, y solo nos llevamos un par de años en edad, por lo que a la mayoría los conozco desde que van a parvulitos. Los he visto convertirse en adolescentes, en universitarios, y luego en adultos independientes. Pero este fin de semana ha sido una experiencia totalmente inmersiva en su grupo, y me han acogido con los brazos abiertos. He pasado el finde borracha de risas, de canciones, de anécdotas, de conversaciones intensas hasta altas horas de la madrugada. Y he vuelto del viaje con el corazón lleno.

Se habla mucho de que cuando estás empezando a conocer a alguien en el plano romántico todo es excitante, embriagador, divertido, y emocionante. Las horas de canciones y películas consagradas a la fase del enamoramiento son interminables. Pero quiero reivindicar que sentimientos similares también surgen cuando haces nuevas amistades.

He tenido la suerte de vivir esta experiencia varias veces en mi vida: en los campamentos de verano cuando era niña, en algunas vacaciones, cuando empecé la Universidad. Recuerdo que me sorprendió lo rápido que coges cariño a esas personas. Que en cuestión de días sientes una complicidad y una afinidad que es que ni siquiera tiene sentido lógico. Y cuando nos hemos tenido que separar porque el verano se acababa, sentía una nostalgia aparentemente desproporcionada a los días que habíamos compartido juntos. Siendo totalmente honesta, luego no mantuve el contacto con casi ninguno, y recuerdo pocos nombres porque mi memoria a largo plazo es malísima. Pero sí recuerdo con cariño esos días que compartimos en los campamentos o en las residencias de verano.

Cuando haces nuevos amigos conoces gente que te divierte, que te inspira, que tiene otra forma de ver el mundo. Gente con historias de vida de las que aún no sabes nada. Gente cuyas mejores anécdotas aún no has escuchado. Gente con la que no tienes rencillas del pasado. El césped aún parece muy verde a este lado de la valla.

Otra cosa que me encanta de los nuevos grupos de amigos, aunque sea sólo temporalmente como artista invitado como ha sido mi caso en la despedida de mi heramana, es que te re-descubres a ti mismo. Descubres facetas de ti que no salen a la luz cuando estás con la gente de siempre. Si tienes suerte hasta te bautizan con un nuevo mote. Dejas el rol que tienes en tu círculo de siempre y de repente eres otra persona. Y a lo mejor tu rol “de toda la vida” lo tiene otra persona en ese grupo y te da una nueva perspectiva desde fuera. Es todo un ejercicio de autoconocimiento.

Ojalá la vida me dé más oportunidades de hacer muchos nuevos amigos.

Hasta el próximo domingo.

Foto de Kimson Doan en Unsplash

Post #05: Lo que me gusta de las tareas domésticas

Para mí, uno de los placeres dominicales es hacer las tareas del hogar como limpiar, cocinar, o hacer la colada. Lo siento por ir en contra de los mandamientos religiosos, pero entregarse a estos quehaceres con el tiempo y energía que me faltan entre semana me parece un gustazo.

A mí en realidad siempre me gustan este tipo de tareas, lo que pasa es que entre semana después de trabajar, ir al gimnasio, y demás obligaciones de la adultez, se me hacen más cuesta arriba. Por eso quitarme las tareas domésticas durante el fin de semana hacen que sienta que empiezo la semana con buen pie.

Las tareas que más disfruto suelen estar relacionadas con la cocina. Me gusta cocinar y me gusta fregar los cacharros y dejar la cocina tan o más limpia que antes de empezar a cocinar.

Downton Abbey es una de mis series favoritas, y hay quien con sorna dice que es una serie que va sobre limpiar y ordenar, y puede que tengan algo de razón.

Habrá gente que no lo entienda pero, en comparación con mi trabajo, hacer que mi casa esté limpia me da una gratificación mucho más instantánea. Yo tengo un trabajo de oficina en el que me paso todo el día leyendo y mandando e-mails, haciendo Excels, atendiendo a reuniones, etc. Y aunque me gusta mi trabajo, la realidad es que el resultado del mismo suele ser mucho más abstracto y tardío. Porque mandar y recibir e-mails no crea nada físico y tangible, al menos de forma inmediata. Es verdad que sirve para que el gran mecanismo de ruedas y engranajes que es la industria moderna siga girando para que, al final del proceso, sí se cree algo, ya sea un producto o un servicio. Pero lo que quiero decir es que, aunque sí hay un resultado tangible, llega después de muchos meses o años. Y además suele ser el resultado del trabajo de muchas personas, de forma que es fácil sentir que tu contribución apenas tiene valor en el cómputo global. A veces pienso que cuando me jubile el único legado de mi trabajo serán un montón de Excels que llegado un momento alguien borrará para que dejen de ocupar espacio en un servidor.

En comparación con esto, cuando tú limpias tu cocina, el resultado es inmediato, es visible a tus ojos. Si cocinas algo rico y elaborado, luego te lo puedes comer y saborearlo. Y además el principal beneficiado eres tú, porque has cuidado de algo tuyo y que vas a disfrutar hoy y ahora. Te sientes bien por contribuir a que el trocito de planeta en el que te ha tocado vivir esté limpio.

Y ya por último, las tareas domésticas tienen otro atractivo, y es que requieren de muy poco esfuerzo mental. Cuando estoy cocinando o limpiando puedo escuchar de verdad la música que me gusta, cosa que no suelo hacer en el trabajo porque me desconcentra. También puedo escuchar podcasts. No hay nada como escuchar historias de true crime mientras friegas. O incluso mejor, no escuchar nada y simplemente quedarme durante horas inmersa en mis pensamientos. Rememorar historias pasadas, tener conversaciones imaginarias con gente con la que te gustaría pasar más tiempo, imaginar futuros hipotéticos. Es como una forma más mundana de meditar. 

Y con esta nota me despido queridos lectores, me voy a hacer un pisto.

Hasta el próximo domingo.

Foto de Catt Liu en Unsplash

Post #04: Lo que me gusta de las TO-DO lists

Hola me llamo C. y soy adicta a la productividad. No recuerdo cuándo empecé a organizar mi vida con to-do lists, o en español, “lista de cosas que hacer”, pero yo ya no sé cómo operar sin ellas. Cuando no tengo mi lista en mi fiel organizador semanal, improviso una en una hoja de papel en sucio que encuentre por mi casa. Porque si no, ¿cómo voy a recordar todo lo que tengo que hacer? O lo que es peor, ¿cómo voy a llenar las horas del día que no estoy durmiendo o trabajando?

Para mi vida personal tengo to-do lists mensuales, semanales y diarias. De hecho, también hago propósitos de año nuevo todas las Nocheviejas, lo cuál quizás cuenta como una to-do list anual. Cuando nos mudamos al piso que ahora habitamos, hice una lista de las cosas que quería mejorar o decorar para hacerlo más funcional y más nuestro. En el trabajo empiezo todas las mañanas haciendo una lista de las cosas que debería o que me gustaría hacer ese día. Cuando mi motivación está por los suelos, tachar cosas de esa lista es lo que realmente me sube la moral.

Hace poco compré un piso como inversión, para ponerlo en alquiler. Nada más cerrar la compraventa, hice una lista de todas las cosas que había que hacer para tenerlo listo para generar ingresos. Cómo os podéis imaginar, era una lista bastante larga. Pero cuando conseguí tachar todas las tareas después de cuatro largos y agotadores meses, esa lista se convirtió en un trofeo que me hacía sentir tan orgullosa como las fotos del piso reformado ya publicado en Idealista.

Apuntar las cosas que tengo que hacer me libera del malabarismo mental que supone intentar acordarme de todas las cosas que no debo olvidarme. Y por otro lado, me ayuda a tener un registro de todo lo que he hecho, me ayuda a valorar la constancia de mis esfuerzos. Lo que no se mide no se puede mejorar.

También es que soy adicta al chute de dopamina que te da al tachar cosas de una lista. Cuando se habla de la gente que es super-productiva, a menudo se dice que no pueden parar a descansar porque se sienten culpables cuando lo hacen. A veces creo que es así, pero en realidad creo que lo que me empuja a llenar el día de quehaceres es la adicción a la dopamina, y no tanto el evitar la culpabilidad de sentir que no estoy haciendo nada. No sé si sabéis queridos lectores que uno de los motivos por el que los videojuegos son tan populares, es por la satisfacción que da ir completando misiones. Así que hacer to-do lists es como una gamificación inintencionada de la vida.

Es verdad que a veces me siento una esclava de ellas porque la vida es una lista interminable de cosas que hacer, pero eso suele ser una señal de que me estoy sobrecargando y que necesito descansar. Ese es mi punto débil, no saber cuándo parar, porque tiendo a auto-quemarme. Pero bueno, estamos trabajando en ello. La clave está en el equilibrio, o eso dicen.

¿Qué es lo que creéis que me motiva a seguir escribiendo este blog todas las semanas, que aún no tiene ni oficio ni beneficio? Pues evidentemente, que está en mi TO-DO list. Y con este post terminado, ea, una cosa menos.

Hasta el próximo domingo.

Foto de Annie Spratt en Unsplash