Post #11: Lo que me gusta de Halloween

Vamos a obviar el hecho de que los supermercados hayan puesto turrones antes que chuches de Halloween, y de que Miércoles se haya estrenado en verano. No sé qué se les pasa por la cabeza a la gente de marketing.

Por fin llegó la spooky season. Me encanta Halloween. Desde mucho antes de que se pusiera tan de moda. Hace 20 años mi madre ya nos sacaba a mis hermanos y a mis amigas por el barrio para hacer truco o trato. Y eso que a día de hoy todavía no entiendo muy bien en qué consiste la parte de “truco”. Pero la recuerdo como una de las noches más divertidas del año.

Ahora de mayor lo celebro a mi manera. Compro calabazas que uso como decoración en el salón, veo películas de Tim Burton, llevo a la oficina bombones con forma de calavera y fantasma, y si llaman a mi timbre me encanta dar caramelos. Cuando tenga sobrinos o hijos, evidentemente los llevaré a hacer truco o trato.

Y es que supongo que cuando eres niño la mejor forma de perderle el miedo a los  fantasmas, a los vampiros y a los piratas es convertirte en uno de ellos por una noche. Ponerte en sus zapatos por un momento. Ojalá fuera tan fácil espantar a los monstruos que nos acechan de adultos. Quizás si me disfrazo de dentista les perderé el miedo por fin.

Como decía antes, también me encanta Tim Burton. Esa forma que tiene transformar lo supuestamente terrorífico en algo digno de curiosidad y fascinación. Coge los personajes que tradicionalmente son objeto de terror, malvados y planos, y los convierte en alguien, en un ser que siente, que tiene crisis de la mediana edad como Jack Skeleton, o que no es un monstruo sino un niño asustado como Eduardo Manostijeras, o simplemente en un gamberro bromista como Beetlejuice. De este último todavía me acuerdo de cuando fui a ver la película al cine. Solo viendo los créditos iniciales ya sabía que me iba a gustar.

No puedo no mencionar a la familia Addams. Esa familia supuestamente espeluznante, fan de la tortura y lo mortífero, incomprendidos por la sociedad. Y al final lo más excéntrico que tenían es el matrimonio más sano y feliz que ha visto Hollywood.

Al final la moraleja es que tememos aquello que no comprendemos. Pero cuando te tomas el tiempo de ver el punto de vista ajeno, incluso aunque no lo compartas o siga sin gustarte, el miedo se desvanece. Qué post más profundo me está quedando.

Espero que disfrutéis mucho de Halloween el próximo viernes. Hasta el domingo que viene.

Foto de Jon Tyson en Unsplash

Post #10: Lo que me gusta de la rutina

No me gusta alardear pero esta semana he ido cuatro días al gimnasio, he comido casero de lunes a viernes, y he dormido ocho horas casi todos los días. La única excepción fue el miércoles que “solo” dormí siete horas y media. Ha sido una semana perfecta. Lo sé, siento vuestros celos a través de la pantalla. 

Como soy muy generosa os contaré mi secreto.

Esto ha sido posible gracias a que ha sido una semana muy rutinaria. Trabajo de nueve a cinco, gimnasio por las tardes, hacer algún recado, y a la cama temprano. Sin afterworks que se alargan hasta la noche, sin escapadas de fin de semana, sin salidas que provocan resaca. El plan más exótico ha sido ir al cine. No me juzguéis tan rápido, yo no quiero que todas las semanas sean así, no soy tan aburrida. Pero este verano he echado tanto de menos mi rutina que cuando ha llegado el otoño la he abrazado con añoranza, y la estoy disfrutando mucho estas primeras semanas. Tan solo dormir todos los días en el mismo sitio ya fue un alivio. Me siento más vieja que una montaña diciendo esto, pero viva el otoño, viva la vuelta al cole, viva el cambio de hora, viva la calma.

Me encanta planear la semana que entra y ver que no tengo demasiados compromisos. Que voy a poder trabajar, ir al gimnasio, y hacer las tareas domésticas sin acabar agotada y buscando tiempo debajo de los cojines del sofá. Y puestos a pedir, hasta tener algo de tiempo para leer antes de la hora de la cena.

Me encanta poder ir al gimnasio el sábado por la mañana y creerse moralmente superior al resto del mundo.

Me encanta despertarme temprano los domingos para aprovechar bien el día, para cocinar para el resto de la semana, y también para que no se me descuadre mucho el sueño con respecto al entre semana. Que el lunes suene el despertador y no se sienta como una tortura.

Me encanta la constancia y la consistencia.

Sé que disfrutar de una rutina tan armoniosa y perfecta todas las semanas acabará siendo aburrido, y que luego vendrán las ganas de planes multitudinarios y sensacionales. También sé que es un privilegio porque (todavía) no tengo hijos. Pero dejadme disfrutarlo mientras tanto.

Así que nada, hasta el domingo que viene.

Foto de Valeriia Miller en Unsplash

Post #09: Lo que me gusta de Taylor Swift

¿Cómo no me voy a subir al tren Taylor Swift? Seguro que la tenéis hasta en la sopa porque está en todas partes. No hay creador de contenido que no la haya incluido en su material porque Taylor Swift es como el rey Midas, todo lo que toca lo convierte en oro, y vídeo o post o reel donde aparece se convierte en viral.

Pues yo también voy a caer en ese recurso fácil, pero en mi defensa diré que soy una Swifty de la cabeza a los pies. Todavía estoy de luto porque no conseguí entradas para ningún concierto del ERAS tour.

Como todo el mundo, escuché sus primeras canciones allá en los 2010 cuando “You belong with me” o “Love Story” se hicieron hits mundiales. Me gustaron, aunque tampoco me dejaron huella. 

Pero hace un par de años empecé a descubrir otras canciones suyas, como “All too well”, “champagne problems”, “The way I loved you”, y me enganché totalmente. Será que tenemos una edad similar y al madurar ambas he conectado más con la letra de sus canciones. “You’re on your own kid”, “Little Old Me”, “I can do it with a broken heart”, ya son himnos para mí. Si fuera más impulsiva cada mes me tatuaría un verso de alguna de sus canciones. 

Porque eso es sin duda lo mejor de su música, las letras. Porque en cada una de ellas te relata una historia. Y es que Taylor Swift es una story-teller, o cuentacuentos en español. En el post de instagram donde anunciaba su compromiso decía: “your English teacher and your gym teacher are getting married”, es decir, ella se considera a sí misma la profesora de lengua. No la de música, que sería la comparación más directa e intuitiva que se le ocurriría a quien no la conoce, sino la de lengua. Y eso es porque Taylor tiene tanto o más de escritora que de músico.

Otra de las cosas que me gusta de Taylor (sí, ya me tomo la confianza de tutearla y de llamarla por su nombre de pila) es que no hace falta conocerla para saber que es una perfeccionista. Y aunque yo tengo una relación un poco tormentosa con mi perfeccionismo, disfruto viendo cómo alguien es tan impecable con su trabajo. Sus conciertos son una experiencia religiosa, sus videoclips un deleite para la vista. La estética, los colores, las transiciones, las coreografías. Todo es exquisito.

Y ya para terminar esta alabanza, admiro su inteligencia. Taylor no es solo una cara bonita que escribe muy buenas canciones. Taylor es polivalente, y ha demostrado ser una magnífica estratega. Ha registrado como trademarks versos de sus canciones para aumentar la rentabilidad de su marca personal. Ha encontrado un vacío legal para poder volver a ser dueña de toda su música después de que la discográfica que tenía los derechos los vendiera. Y sobre esto último, ha conseguido que sus fans se implicasen y se pusieran de su parte en este tipo de asuntos que se suelen quedar detrás del telón. Habrá quien vea en esto a alguien demasiado avaricioso, pero yo veo ambición, y me gusta ver eso en una figura femenina, porque demuestra empoderamiento.

Así que nada, si alguien consigue entradas para su próximo concierto, por favor llamadme sea la hora que sea.

Hasta el domingo que viene.

Post #08: Lo que me gusta de Perú

Viajar es la forma de la que más me gusta gastarme la nómina. Tengo la suerte de haber podido viajar bastante en los últimos años. Sé que tener los medios económicos, el tiempo, las vacaciones y la compañía necesaria para viajar no es nada fácil. Así que estoy muy agradecida por ello.

Hace poco fui a cenar a un peruano, y me hizo recordar el viaje que hice el año pasado.

Perú es un país increíble. Es un destino muy completo: tiene montaña, selva, desierto, cultura, gastronomía. Si tenéis intención de ir, alargad el viaje todo lo posible, porque merece la pena.

No he visto nada igual a los Andes. Las montañas son titánicas, sobrecogedoras, de colores. Verde mineral, rojo óxido, marrón ocre oscuro, verde otra vez, pero esta vez verde pasto. Con alpacas, llamas, y vicuñas campando a sus anchas. Algunas en libertad, algunas pastoreadas. Ríos zigzagueando por entre las cimas, caudalosos, bravos, violentos. Cascadas que aparecen de repente. No puedes quitar los ojos de la ventanilla. No te puedes dormir en el trayecto. La cámara no le hace justicia.

Y entre medio de esas montañas, Machu Picchu, Sacsayhuaman, Ollantaytambo. Y entre medio de estos, alpacas pastando tan ricamente al Sol. Los restos de la cultura inca son impresionantes. Es normal que el perfeccionismo de sus levantamientos inspiren teorías conspiranoicas.

Y qué decir de la selva. Mi único arrepentimiento fue pasar tan poco tiempo allí. La vegetación es exuberante, poderosa, imponente. Es como si todas las plantas allí tuvieran gigantismo, o como si las nuestras europeas sufrieran de enanismo. La luz del Sol es retenida por las copas de los árboles antes de llegar al suelo. Las hojas son tan grandes que con ellas podrías hacerte una hamaca para echarte una siesta. La selva no conoce el silencio, porque los pájaros y los insectos inundan el aire con su canto y zumbidos. El mejor sonido blanco con el que me he dormido jamás.

Perú también tiene desierto, que quizás es la atracción menos conocida de todas. Huacachina es un oasis, rodeado de unas dunas que no tienen nada que envidiarle al Sahara. Ver el atardecer desde allí es un privilegio.

De la cocina peruana no hay mucho qué decir, ya se ha abierto su espacio en el panorama internacional y cada vez hay más restaurantes en todas partes. Pero es que no es para menos. Ese ceviche, esa causa limeña. ¿Y lo mejor? No tienes que ir a un restaurante caro para comer delicioso y para que te pongan una presentación exquisita. El nivel está muy alto incluso en restaurantes más promedios.

Para terminar el post me gustaría hacer oda de los peruanos y su carácter. La gente de Perú. Tan agradables y serviciales como sus vecinos latinoamericanos, pero más tímidos. Son más oyentes que parlantes, y cuando hablan lo hacen bajito, como no queriendo molestar, pero siempre sonriendo. Son una comunidad encantadora.

Estoy deseando volver.

Imagen: Foto de Willian Justen de Vasconcellos en Unsplash