He pasado un fin de semana con el grupo de amigos de mi hermana con motivo de su despedida de soltera, y ha sido de lo mejorcito del verano. Son su grupo de amigos de toda la vida, y solo nos llevamos un par de años en edad, por lo que a la mayoría los conozco desde que van a parvulitos. Los he visto convertirse en adolescentes, en universitarios, y luego en adultos independientes. Pero este fin de semana ha sido una experiencia totalmente inmersiva en su grupo, y me han acogido con los brazos abiertos. He pasado el finde borracha de risas, de canciones, de anécdotas, de conversaciones intensas hasta altas horas de la madrugada. Y he vuelto del viaje con el corazón lleno.
Se habla mucho de que cuando estás empezando a conocer a alguien en el plano romántico todo es excitante, embriagador, divertido, y emocionante. Las horas de canciones y películas consagradas a la fase del enamoramiento son interminables. Pero quiero reivindicar que sentimientos similares también surgen cuando haces nuevas amistades.
He tenido la suerte de vivir esta experiencia varias veces en mi vida: en los campamentos de verano cuando era niña, en algunas vacaciones, cuando empecé la Universidad. Recuerdo que me sorprendió lo rápido que coges cariño a esas personas. Que en cuestión de días sientes una complicidad y una afinidad que es que ni siquiera tiene sentido lógico. Y cuando nos hemos tenido que separar porque el verano se acababa, sentía una nostalgia aparentemente desproporcionada a los días que habíamos compartido juntos. Siendo totalmente honesta, luego no mantuve el contacto con casi ninguno, y recuerdo pocos nombres porque mi memoria a largo plazo es malísima. Pero sí recuerdo con cariño esos días que compartimos en los campamentos o en las residencias de verano.
Cuando haces nuevos amigos conoces gente que te divierte, que te inspira, que tiene otra forma de ver el mundo. Gente con historias de vida de las que aún no sabes nada. Gente cuyas mejores anécdotas aún no has escuchado. Gente con la que no tienes rencillas del pasado. El césped aún parece muy verde a este lado de la valla.
Otra cosa que me encanta de los nuevos grupos de amigos, aunque sea sólo temporalmente como artista invitado como ha sido mi caso en la despedida de mi heramana, es que te re-descubres a ti mismo. Descubres facetas de ti que no salen a la luz cuando estás con la gente de siempre. Si tienes suerte hasta te bautizan con un nuevo mote. Dejas el rol que tienes en tu círculo de siempre y de repente eres otra persona. Y a lo mejor tu rol “de toda la vida” lo tiene otra persona en ese grupo y te da una nueva perspectiva desde fuera. Es todo un ejercicio de autoconocimiento.
Ojalá la vida me dé más oportunidades de hacer muchos nuevos amigos.
Hasta el próximo domingo.
Foto de Kimson Doan en Unsplash
