Post #04: Lo que me gusta de las TO-DO lists

Hola me llamo C. y soy adicta a la productividad. No recuerdo cuándo empecé a organizar mi vida con to-do lists, o en español, “lista de cosas que hacer”, pero yo ya no sé cómo operar sin ellas. Cuando no tengo mi lista en mi fiel organizador semanal, improviso una en una hoja de papel en sucio que encuentre por mi casa. Porque si no, ¿cómo voy a recordar todo lo que tengo que hacer? O lo que es peor, ¿cómo voy a llenar las horas del día que no estoy durmiendo o trabajando?

Para mi vida personal tengo to-do lists mensuales, semanales y diarias. De hecho, también hago propósitos de año nuevo todas las Nocheviejas, lo cuál quizás cuenta como una to-do list anual. Cuando nos mudamos al piso que ahora habitamos, hice una lista de las cosas que quería mejorar o decorar para hacerlo más funcional y más nuestro. En el trabajo empiezo todas las mañanas haciendo una lista de las cosas que debería o que me gustaría hacer ese día. Cuando mi motivación está por los suelos, tachar cosas de esa lista es lo que realmente me sube la moral.

Hace poco compré un piso como inversión, para ponerlo en alquiler. Nada más cerrar la compraventa, hice una lista de todas las cosas que había que hacer para tenerlo listo para generar ingresos. Cómo os podéis imaginar, era una lista bastante larga. Pero cuando conseguí tachar todas las tareas después de cuatro largos y agotadores meses, esa lista se convirtió en un trofeo que me hacía sentir tan orgullosa como las fotos del piso reformado ya publicado en Idealista.

Apuntar las cosas que tengo que hacer me libera del malabarismo mental que supone intentar acordarme de todas las cosas que no debo olvidarme. Y por otro lado, me ayuda a tener un registro de todo lo que he hecho, me ayuda a valorar la constancia de mis esfuerzos. Lo que no se mide no se puede mejorar.

También es que soy adicta al chute de dopamina que te da al tachar cosas de una lista. Cuando se habla de la gente que es super-productiva, a menudo se dice que no pueden parar a descansar porque se sienten culpables cuando lo hacen. A veces creo que es así, pero en realidad creo que lo que me empuja a llenar el día de quehaceres es la adicción a la dopamina, y no tanto el evitar la culpabilidad de sentir que no estoy haciendo nada. No sé si sabéis queridos lectores que uno de los motivos por el que los videojuegos son tan populares, es por la satisfacción que da ir completando misiones. Así que hacer to-do lists es como una gamificación inintencionada de la vida.

Es verdad que a veces me siento una esclava de ellas porque la vida es una lista interminable de cosas que hacer, pero eso suele ser una señal de que me estoy sobrecargando y que necesito descansar. Ese es mi punto débil, no saber cuándo parar, porque tiendo a auto-quemarme. Pero bueno, estamos trabajando en ello. La clave está en el equilibrio, o eso dicen.

¿Qué es lo que creéis que me motiva a seguir escribiendo este blog todas las semanas, que aún no tiene ni oficio ni beneficio? Pues evidentemente, que está en mi TO-DO list. Y con este post terminado, ea, una cosa menos.

Hasta el próximo domingo.

Foto de Annie Spratt en Unsplash

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