Viajar es la forma de la que más me gusta gastarme la nómina. Tengo la suerte de haber podido viajar bastante en los últimos años. Sé que tener los medios económicos, el tiempo, las vacaciones y la compañía necesaria para viajar no es nada fácil. Así que estoy muy agradecida por ello.
Hace poco fui a cenar a un peruano, y me hizo recordar el viaje que hice el año pasado.
Perú es un país increíble. Es un destino muy completo: tiene montaña, selva, desierto, cultura, gastronomía. Si tenéis intención de ir, alargad el viaje todo lo posible, porque merece la pena.
No he visto nada igual a los Andes. Las montañas son titánicas, sobrecogedoras, de colores. Verde mineral, rojo óxido, marrón ocre oscuro, verde otra vez, pero esta vez verde pasto. Con alpacas, llamas, y vicuñas campando a sus anchas. Algunas en libertad, algunas pastoreadas. Ríos zigzagueando por entre las cimas, caudalosos, bravos, violentos. Cascadas que aparecen de repente. No puedes quitar los ojos de la ventanilla. No te puedes dormir en el trayecto. La cámara no le hace justicia.
Y entre medio de esas montañas, Machu Picchu, Sacsayhuaman, Ollantaytambo. Y entre medio de estos, alpacas pastando tan ricamente al Sol. Los restos de la cultura inca son impresionantes. Es normal que el perfeccionismo de sus levantamientos inspiren teorías conspiranoicas.
Y qué decir de la selva. Mi único arrepentimiento fue pasar tan poco tiempo allí. La vegetación es exuberante, poderosa, imponente. Es como si todas las plantas allí tuvieran gigantismo, o como si las nuestras europeas sufrieran de enanismo. La luz del Sol es retenida por las copas de los árboles antes de llegar al suelo. Las hojas son tan grandes que con ellas podrías hacerte una hamaca para echarte una siesta. La selva no conoce el silencio, porque los pájaros y los insectos inundan el aire con su canto y zumbidos. El mejor sonido blanco con el que me he dormido jamás.
Perú también tiene desierto, que quizás es la atracción menos conocida de todas. Huacachina es un oasis, rodeado de unas dunas que no tienen nada que envidiarle al Sahara. Ver el atardecer desde allí es un privilegio.
De la cocina peruana no hay mucho qué decir, ya se ha abierto su espacio en el panorama internacional y cada vez hay más restaurantes en todas partes. Pero es que no es para menos. Ese ceviche, esa causa limeña. ¿Y lo mejor? No tienes que ir a un restaurante caro para comer delicioso y para que te pongan una presentación exquisita. El nivel está muy alto incluso en restaurantes más promedios.
Para terminar el post me gustaría hacer oda de los peruanos y su carácter. La gente de Perú. Tan agradables y serviciales como sus vecinos latinoamericanos, pero más tímidos. Son más oyentes que parlantes, y cuando hablan lo hacen bajito, como no queriendo molestar, pero siempre sonriendo. Son una comunidad encantadora.
Estoy deseando volver.
Imagen: Foto de Willian Justen de Vasconcellos en Unsplash

