Llevo una semana muy glotona. Todo empezó el finde pasado. Con motivo de mi cumpleaños me di unos cuantos caprichos gastronómicos, y esto en vez de apaciguar mi gula parece que ha abierto la jaula a un monstruo que ahora no soy capaz de doblegar.
Sabe Dios que si yo fuera una de esas personas que nunca engordan, comería Burger King los martes, Dominos los jueves, Taco Bell los viernes, y ya el finde saldría de tapas porque lo importante es tener una dieta equilibrada. Los lunes y los miércoles quizás tomaría ensalada en un arrebato de culpabilidad, pero se me pasaría rápido. Y me regañaréis diciendo que eso funciona así, que aunque tu genética te permita mantenerte delgado aún así debes preocuparte por tu salud y por comer sano más allá de tu apariencia física. Tienes que pensar en el colesterol y en las vitaminas! Cilistiril y vitiminis.
Pero la realidad es que mi genética es la que es, y si me paso de calorías me empiezan a salir michelines en lugares desafortunados, así que intento mantener un poco de control con la comida.
Habréis notado que antes solo he nombrado cadenas de comida rápida, y es posible que juzguéis mis preferencias culinarias como infantiles, o directamente como un paladar pobre. Pero qué puedo decir, a los vegetarianos nos tratan mucho mejor las franquicias que los restaurantes convencionales. Y los (escasos) restaurantes vegetarianos no siempre son un acierto. Odio ir a un restaurante vegetariano o vegano y que toda la carta sea sana, semi cruda, y “real-food”. Soy vegetariana, pero no por ello he renunciado a los fritos y al azúcar. Por favor, denme algo con sustancia que ya como muy sano en mi casa!
Como toda persona que vive a dieta, mi comida preferida del día es el desayuno. Porque normalmente es la única comida en la que los hidratos no están demonizados. Ese momento del día donde está permitido comerte un buen trozo de pan sin remordimientos. Os aseguro que mis desayunos de fin de semana son es-pec-ta-cu-la-res. Tostadas de pan de cristal, aguacate, un huevo poché, aceite de oliva, y unas semillas por encima para darle el toque influencer. Maridado con una bañera de café con leche. Oj, que rico.
Una de las ventajas inadvertidas del teletrabajo es la mejora de las comidas. Poder reemplazar las comidas de tupper, el símbolo contemporáneo del proletariado, por un plato caliente en tu casa no tiene precio.
Para mí la comida es el sexto lenguaje del amor. Es algo que el estudio Ghibli ha sabido reflejar muy bien en sus películas. Que alguien se tome el tiempo y el esfuerzo de cocinarte algo casero, rico y nutritivo es tan reconfortante. Incluso cocinarte para ti mismo es un gesto de amor propio y autocuidado. O llevarle a alguien chocolate o chuches cuando tiene un mal día, un clásico que nunca falla.
Y dicho esto, que os aproveche la próxima comida, hasta el próximo domingo.
*Este post no está promocionado, pero ojalá 😉

