Me da un poco de respeto escribir este post porque temo que no esté a la altura de los homenajeados.
Voy a empezar por lo fácil: “tengo” dos perretes. Lo escribo entre comillas porque nunca sé muy bien cómo referirme a ellos. Viven en casa de mis padres, no conmigo. Pero cuando los adoptamos yo sí vivía en casa de mis padres, he convivido con ellos varios años, y me impliqué mucho en su crianza. En resumen, que yo los siento míos aunque no viva con ellos. De hecho, es a ellos a quien más echo de menos. En mi defensa diré que con mis padres puedo hablar por teléfono, pero con ellos no.
Son dos, un macho y una hembra, hermanos. Y son la luz de mis ojos, la alegría de mi corazón, el calor en mi pecho. Cuando les veo jugar, correr por la playa, todo lo demás me sobra. Cuando estoy en el sofá viendo una película o leyendo, y ellos tumbados a mi lado, apoyando su cabecita en mi regazo, desearía que el tiempo se parase.
Yo soy de la opinión de que un perro no es un hijo, y de que la relación con un perro no sustituye a la relación con personas, pero no quiero entrar a comparar unas con otras. Yo lo que puedo decir, por experiencia propia, es que la conexión con un perro es algo incomparable. Es un amor incondicional. Es una felicidad intensa y genuina que nos invade al vernos. Y no es solo al vernos después de mucho tiempo. Es también al vernos por primera vez en el día, cuando te despiertas y bajas a la cocina. O al salir un momento del cuarto mientras estás teletrabajando.
Puedes tener una carrera, un máster, idiomas, y ser Strategic Client Success Manager en LinkedIn. Pero llegas a casa y se te cae todo al ver a tu perro y tienes que decirle con voz de bebé que es lo más bonito del mundo entero.
Un perro es el compañero más leal que te vas a encontrar. Nada ni nadie va a estar tan dispuesto a protegerte, y nadie va a echarte tanto de menos. Mis perros han sido mi alegría en algunas de las fases más oscuras de mi vida.
En consecuencia, el vacío que dejan al irse también es un inmenso. Yo solo he visto llorar a mi padre una vez en toda mi vida. Y fue cuando tuvimos que decirle adiós a P. Me parece que se debería dar más espacio al duelo que hay que pasar cuando nuestros amigos nos dejan.
Pero bueno, no quiero terminar el post en un tono tan triste. Solo quería proclamar a los cuatro vientos el amor que siento por mis perretes, mis cachorros preciosos.
El precio a pagar por su compañía es ínfimo en comparación con todo lo que nos dan. Qué suerte haber coincidido con ellos en este mundo.
Si tenéis perrito, id a darle un abrazo o una caricia o un algo de mi parte.
Hasta el próximo domingo.

