Post #12: Lo que me gusta de noviembre

Llamadme infantil, pero me gusta noviembre porque en noviembre es mi cumpleaños y a mí me gusta mi cumpleaños. Me gusta recibir regalos y felicitaciones, y hacer algo especial para celebrar la ocasión.

Pero no solo me gusta por eso.

Noviembre es un mes de otoño profundo, que para mí es la mejor época del año. El calor se fue por fin definitivamente, pero el frío aún no ha llegado.

Noviembre es un mes lluvioso, para coger un buen libro y repanchingarte en el sillón con tu mascota a tu lado. La tarde en que conocí a J. diluviaba, así que ahora la lluvia me hace sentirme romántica. Y además, fue en noviembre.

Noviembre es el espacio entre Halloween y Navidad. 

Un mes amable, de calma, de pequeños placeres, de quedarte un sábado noche viendo una película en casa. 

Es momento de dar paseos por la playa ahora que se han ido todos los veraneantes, de hacer un maratón de Harry Potter. 

Noviembre es un mes sereno, para quedar a merendar en una cafetería acogedora, pasar tiempo con los que siempre están ahí, con los que no hace falta que sea una ocasión especial para reuniros. 

Es época de hacer rutas de senderismo, escapadas rurales, hacer una excursión de un día para visitar un pueblo cercano. Y a la vuelta ver cómo atardece sobre el campo. 

Porque los atardeceres de los domingos de noviembre transmiten paz, calma y serenidad. De tardes con pocas cosas que hacer.

Es un mes de irte a la cama temprano, de no gastar demasiado, de coger energías para el mes de fiestas que se viene después. 

Bueno, creo que ha quedado claro porqué me gusta noviembre. Hasta el próximo domingo.

Foto de Marios Gkortsilas en Unsplash

Post #03: Lo que me gusta de mis amigas

Casi me escaqueo de escribir esta semana porque la Semana Santa ha sido caótica. A los días festivos se le ha unido la reforma de la casa de mis padres y en este contexto la rutina parece un chiste malo fuera de lugar. Así que ni deporte, ni dieta, ni lectura.

Al menos he tenido la oportunidad de pasar tiempo con mis amigas, que siempre aprovechamos estas fechas señaladas para volver al nido y pasar tiempo juntas.

Tengo la suerte de tener un grupo de amigas de toda la vida, la mayoría nos conocemos desde el colegio. También tengo la suerte de que es un grupo grande y diverso. Siempre va a haber alguna dispuesta a acompañarte a un plan por muy aleatorio que sea. 

Pero al igual que Marta, Sebas, Guille y los demás, mis amigas volaron hace tiempo, cada una buscando su camino y su lugar en el mundo. Estamos repartidas por toda la geografía española y un poco más allá. Por suerte, la cabra tira al monte al menos un par de veces al año y hacemos por vernos.

Como le pasa a mucha gente, cuanto más me adentro en la treintena más me cuesta hacer nuevas amistades. Pero la verdad, no es algo que me preocupe en exceso porque mi grupo medular me aporta todo lo que necesito. 

Me gusta pensar que hemos llegado al estatus de amistad incondicional. A estas alturas ya no hay ofensa en el mundo tan grave que no se pueda perdonar. Esto ya es para toda la vida.

Porque toda la vida llevamos juntas. Hemos crecido juntas. Hemos ido al colegio y al instituto juntas. Hemos pasado de hablar de chicos a hablar de hipotecas para luego volver a hablar de chicos.

Con mis amigas puedes hacer el típico plan de salir a comer y tardeo, pero también el plan más aleatorio como hacer una fiesta pijama con 32 años. O ir a jugar a los bolos. Puedes hacer un viaje transoceánico e ir a una casa rural en la sierra.

Pero el plan que más me gusta es hacer una “barbacoa”. Lo pongo entre comillas porque hasta la fecha nunca hemos encendido una barbacoa de verdad. Al final siempre caemos en la comodidad de las comidas preparadas y picoteos varios del Mercadona (gracias señor Roig). Pero evidentemente lo mejor de la barbacoa es la sobremesa. Ese momento de sosiego que sigue a la comida, que es cuando ya nos hemos puesto al día de los temas más triviales y entran en escena las conversaciones más íntimas. Donde se hablan de las vulnerabilidades y las inseguridades y los miedos. Y luego, después de la sesión de terapia gratuita, vuelven las risas y los temas más ligeros.

Es verdad que al ser un grupo grande hay algunas con las que tienes una relación más estrecha que con otras, también hay momentos en los que la relación está más fuerte y otros más en modo bajo consumo. 

Pero os puedo prometer y prometo, que si llamo a cualquiera de ellas a las 3 de la mañana con un problema, va a acudir en mi ayuda.

Qué suerte tenemos.

Hasta el próximo domingo.

Foto de Courtney Cook en Unsplash