Post #16: Lo que me gusta de mis perros

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Me da un poco de respeto escribir este post porque temo que no esté a la altura de los homenajeados. 

Voy a empezar por lo fácil: “tengo” dos perretes. Lo escribo entre comillas porque nunca sé muy bien cómo referirme a ellos. Viven en casa de mis padres, no conmigo. Pero cuando los adoptamos yo sí vivía en casa de mis padres, he convivido con ellos varios años, y me impliqué mucho en su crianza. En resumen, que yo los siento míos aunque no viva con ellos. De hecho, es a ellos a quien más echo de menos. En mi defensa diré que con mis padres puedo hablar por teléfono, pero con ellos no.

Son dos, un macho y una hembra, hermanos. Y son la luz de mis ojos, la alegría de mi corazón, el calor en mi pecho. Cuando les veo jugar, correr por la playa, todo lo demás me sobra. Cuando estoy en el sofá viendo una película o leyendo, y ellos tumbados a mi lado, apoyando su cabecita en mi regazo, desearía que el tiempo se parase.

Yo soy de la opinión de que un perro no es un hijo, y de que la relación con un perro no sustituye a la relación con personas, pero no quiero entrar a comparar unas con otras. Yo lo que puedo decir, por experiencia propia, es que la conexión con un perro es algo incomparable. Es un amor incondicional. Es una felicidad intensa y genuina que nos invade al vernos. Y no es solo al vernos después de mucho tiempo. Es también al vernos por primera vez en el día, cuando te despiertas y bajas a la cocina. O al salir un momento del cuarto mientras estás teletrabajando.

Puedes tener una carrera, un máster, idiomas, y ser Strategic Client Success Manager en LinkedIn. Pero llegas a casa y se te cae todo al ver a tu perro y tienes que decirle con voz de bebé que es lo más bonito del mundo entero.

Un perro es el compañero más leal que te vas a encontrar. Nada ni nadie va a estar tan dispuesto a protegerte, y nadie va a echarte tanto de menos. Mis perros han sido mi alegría en algunas de las fases más oscuras de mi vida. 

En consecuencia, el vacío que dejan al irse también es un inmenso. Yo solo he visto llorar a mi padre una vez en toda mi vida. Y fue cuando tuvimos que decirle adiós a P. Me parece que se debería dar más espacio al duelo que hay que pasar cuando nuestros amigos nos dejan.

Pero bueno, no quiero terminar el post en un tono tan triste. Solo quería proclamar a los cuatro vientos el amor que siento por mis perretes, mis cachorros preciosos.

El precio a pagar por su compañía es ínfimo en comparación con todo lo que nos dan. Qué suerte haber coincidido con ellos en este mundo.

Si tenéis perrito, id a darle un abrazo o una caricia o un algo de mi parte.

Hasta el próximo domingo.

Post #15: Lo que me gusta de la comida

Savor the mouthwatering taste of fresh ramen noodles lifted by chopsticks.

Llevo una semana muy glotona. Todo empezó el finde pasado. Con motivo de mi cumpleaños me di unos cuantos caprichos gastronómicos, y esto en vez de apaciguar mi gula parece que ha abierto la jaula a un monstruo que ahora no soy capaz de doblegar.

Sabe Dios que si yo fuera una de esas personas que nunca engordan, comería Burger King los martes, Dominos los jueves, Taco Bell los viernes, y ya el finde saldría de tapas porque lo importante es tener una dieta equilibrada. Los lunes y los miércoles quizás tomaría ensalada en un arrebato de culpabilidad, pero se me pasaría rápido. Y me regañaréis diciendo que eso funciona así, que aunque tu genética te permita mantenerte delgado aún así debes preocuparte por tu salud y por comer sano más allá de tu apariencia física. Tienes que pensar en el colesterol y en las vitaminas! Cilistiril y vitiminis.

Pero la realidad es que mi genética es la que es, y si me paso de calorías me empiezan a salir michelines en lugares desafortunados, así que intento mantener un poco de control con la comida.

Habréis notado que antes solo he nombrado cadenas de comida rápida, y es posible que juzguéis mis preferencias culinarias como infantiles, o directamente como un paladar pobre. Pero qué puedo decir, a los vegetarianos nos tratan mucho mejor las franquicias que los restaurantes convencionales. Y los (escasos) restaurantes vegetarianos no siempre son un acierto. Odio ir a un restaurante vegetariano o vegano y que toda la carta sea sana, semi cruda, y “real-food”. Soy vegetariana, pero no por ello he renunciado a los fritos y al azúcar. Por favor, denme algo con sustancia que ya como muy sano en mi casa!

Como toda persona que vive a dieta, mi comida preferida del día es el desayuno. Porque normalmente es la única comida en la que los hidratos no están demonizados. Ese momento del día donde está permitido comerte un buen trozo de pan sin remordimientos. Os aseguro que mis desayunos de fin de semana son es-pec-ta-cu-la-res. Tostadas de pan de cristal, aguacate, un huevo poché, aceite de oliva, y unas semillas por encima para darle el toque influencer. Maridado con una bañera de café con leche. Oj, que rico.

Una de las ventajas inadvertidas del teletrabajo es la mejora de las comidas. Poder reemplazar las comidas de tupper, el símbolo contemporáneo del proletariado, por un plato caliente en tu casa no tiene precio. 

Para mí la comida es el sexto lenguaje del amor. Es algo que el estudio Ghibli ha sabido reflejar muy bien en sus películas. Que alguien se tome el tiempo y el esfuerzo de cocinarte algo casero, rico y nutritivo es tan reconfortante. Incluso cocinarte para ti mismo es un gesto de amor propio y autocuidado. O llevarle a alguien chocolate o chuches cuando tiene un mal día, un clásico que nunca falla.

Y dicho esto, que os aproveche la próxima comida, hasta el próximo domingo.

*Este post no está promocionado, pero ojalá 😉

Post #13:Lo que me gusta de los paseos

Por fin llegó la mejor época del año para salir a pasear. Y esque yo soy muy de paseos. Cuando no sé cómo matar el tiempo, me voy a pasear. Con mi pareja, pasear es nuestro plan por defecto. Me encanta pasear a mis perros durante horas, a ser posible en sitios donde poder dejarlos correr sueltos. Y yo con eso ya tengo la tarde de domingo hecha. 

Pasear es un plan amigable para todas las edades y bolsillos. Puedes pasear con tu amiga la que acaba de ser madre, empujando el carrito. Puedes pasear con tus abuelos, apoyándose en tu brazo mientras caminan. Puedes pasear cuando estás a dos velas porque no cuesta dinero. Puedes pasear solo o acompañado. En la playa y en la montaña. Aquí y en Pekín. 

En mi opinión, pasear con alguien es una de las mejores formas de estrechar lazos. Crea un contexto de intimidad espontánea en el que se puede hablar de todo y nada. De los últimos chismes, de las jugadas de la última noche, de lo que nos preocupa, y de los sueños que tenemos para el futuro. O simplemente pasear sin decir nada, porque andar juntos en una misma dirección es suficiente para llenar el silencio.

Pasear solo también tiene su encanto. Creo que está demostrado científicamente que cuando estamos en movimiento somos más creativos encontrando soluciones. Es como una sesión de terapia contigo mismo. Puede ser una incursión de espeleología a tu alma. En la mayoría de mis paseos no escucho ni música ni podcasts, porque sin darme cuenta me cuelo en la madriguera del conejo, me engancho al hilo de mis pensamientos, hasta que pierdo la noción del tiempo y cuando me quiero dar cuenta ya debería volver a casa para cenar.

Ir andando a los sitios, que sé que no cuenta como pasear pero se le parece, te ayuda a prepararte mentalmente a lo que vas a hacer, ya sea trabajar, ir a terapia, quedar con unos amigos. Y el camino de vuelta te ayuda a digerir el día, a ir reduciendo revoluciones.

Para sorpresa de nadie, también me encanta el senderismo, que es la versión avanzada de los paseos. Coger el coche por la mañana temprano para irse a la sierra, andar cuatro o cinco horas, castigar un poco al cuerpo. Comerte un bocadillo en el camino, o un plato combinado en una venta de pueblo, con un hambre canina, calmar la sed con una caña. El viaje de vuelta en coche mientras la luz de la tarde cae sobre los campos, sintiéndome en paz conmigo y con el Universo. Y esa noche dormir como un bebé después de haber hecho deporte al aire libre. Solo de pensarlo se me abre el pecho.

Pues nada, os dejo que me voy a dar un paseo. Hasta el próximo domingo.

Foto de Kasper Rasmussen en Unsplash

Post #05: Lo que me gusta de las tareas domésticas

Para mí, uno de los placeres dominicales es hacer las tareas del hogar como limpiar, cocinar, o hacer la colada. Lo siento por ir en contra de los mandamientos religiosos, pero entregarse a estos quehaceres con el tiempo y energía que me faltan entre semana me parece un gustazo.

A mí en realidad siempre me gustan este tipo de tareas, lo que pasa es que entre semana después de trabajar, ir al gimnasio, y demás obligaciones de la adultez, se me hacen más cuesta arriba. Por eso quitarme las tareas domésticas durante el fin de semana hacen que sienta que empiezo la semana con buen pie.

Las tareas que más disfruto suelen estar relacionadas con la cocina. Me gusta cocinar y me gusta fregar los cacharros y dejar la cocina tan o más limpia que antes de empezar a cocinar.

Downton Abbey es una de mis series favoritas, y hay quien con sorna dice que es una serie que va sobre limpiar y ordenar, y puede que tengan algo de razón.

Habrá gente que no lo entienda pero, en comparación con mi trabajo, hacer que mi casa esté limpia me da una gratificación mucho más instantánea. Yo tengo un trabajo de oficina en el que me paso todo el día leyendo y mandando e-mails, haciendo Excels, atendiendo a reuniones, etc. Y aunque me gusta mi trabajo, la realidad es que el resultado del mismo suele ser mucho más abstracto y tardío. Porque mandar y recibir e-mails no crea nada físico y tangible, al menos de forma inmediata. Es verdad que sirve para que el gran mecanismo de ruedas y engranajes que es la industria moderna siga girando para que, al final del proceso, sí se cree algo, ya sea un producto o un servicio. Pero lo que quiero decir es que, aunque sí hay un resultado tangible, llega después de muchos meses o años. Y además suele ser el resultado del trabajo de muchas personas, de forma que es fácil sentir que tu contribución apenas tiene valor en el cómputo global. A veces pienso que cuando me jubile el único legado de mi trabajo serán un montón de Excels que llegado un momento alguien borrará para que dejen de ocupar espacio en un servidor.

En comparación con esto, cuando tú limpias tu cocina, el resultado es inmediato, es visible a tus ojos. Si cocinas algo rico y elaborado, luego te lo puedes comer y saborearlo. Y además el principal beneficiado eres tú, porque has cuidado de algo tuyo y que vas a disfrutar hoy y ahora. Te sientes bien por contribuir a que el trocito de planeta en el que te ha tocado vivir esté limpio.

Y ya por último, las tareas domésticas tienen otro atractivo, y es que requieren de muy poco esfuerzo mental. Cuando estoy cocinando o limpiando puedo escuchar de verdad la música que me gusta, cosa que no suelo hacer en el trabajo porque me desconcentra. También puedo escuchar podcasts. No hay nada como escuchar historias de true crime mientras friegas. O incluso mejor, no escuchar nada y simplemente quedarme durante horas inmersa en mis pensamientos. Rememorar historias pasadas, tener conversaciones imaginarias con gente con la que te gustaría pasar más tiempo, imaginar futuros hipotéticos. Es como una forma más mundana de meditar. 

Y con esta nota me despido queridos lectores, me voy a hacer un pisto.

Hasta el próximo domingo.

Foto de Catt Liu en Unsplash